Pensé que no iba a escribir más en el blog pero cambié de idea.
Va algo breve que escribí hace mucho y encontré de casualidad en una carpeta de mi escritorio digital. Creo que no está terminado, es medio abrupto el final. Pensé modificarlo, reescribirlo, completarlo, corregirlo, porque fue otra Caro la que lo escribió... pero me parece que debería respetar a esa Caro, que aunque ahora es distinta, fue en su momento genuina, y si pretendo robarle sus palabras para tener mi blog actualizado, debo acatar al copyright y compartirlo tal cual como lo encontré:
Dicen
que cuando una persona está loca, parte de su locura consiste en no reconocer
su enfermedad y sostener con fervor todas las incoherencias que su retorcida
mente fabrica. Sin embargo, con la evolución del ser humano, los avances
tecnológicos, los cambios en las constelaciones y el menjunje de energías que
según se dice colapsarán en el 2012, me atrevo a opinar que la Psicología debería
replantearse esta afirmación.
Hoy
en día, uno es consciente de su locura. La ve nacer, la ve crecer, la alimenta,
la cuida como a una hermosa plantita cuyas dulces espinitas van rasgando las
ropas, la piel, el alma.
Lo
más gracioso es que uno se da cuenta del momento exacto en que esa locura
aparece. Puede ocurrir en la infancia, gracias a un humano error de nuestros padres; en la juventud, mientras se
surfean angustias existenciales; o en la adultez, frente a situaciones de fuerza mayor que destruyen todo el
camino construido a lo largo de la vida, dejando a uno frente a un acantilado
de nihilismo. No importa cuándo ni cómo, de un día para el otro hay un ínfimo
cortocircuito en algún lugar de la mente, como un microscópico big-bang del que
emana un brote de locura que se aferra a nuestro cráneo y permanece allí, como parásito silencioso, esperando algún momento de tensión del cual alimentarse.
Años
después, cuando ese brote de locura se haya convertido en un enorme matorral, recordamos
esa circunstancia en la que sucedió aquel insignificante cortocircuito y
pensamos, con una cínica sonrisa, en lo irónica que es la vida.
---
Reflexión actual: ¡¡¡estaba bastante chapa cuando era pendeja!!!